lunes, 13 de septiembre de 2010

el loro que pide libertad

Ésta es la historia de un loro muy contradictorio. Desde hacía un buen número de años vivía enjaulado, y su propietario era un anciano al que el animal hacía compañía. Cierto día, el anciano invitó a un amigo a su casa a deleitar un sabroso té.

Los dos hombres pasaron al salón donde, cerca de la ventana y en su jaula, estaba el loro. Se encontraban los dos hombres tomando el té, cuando el loro comenzó a gritar insistente y vehementemente:

–¡Libertad, libertad, libertad!

No cesaba de pedir libertad. Durante todo el tiempo en que estuvo el invitado en la casa, el animal no dejó de reclamar libertad. Hasta tal punto era desgarradora su solicitud, que el invitado se sintió muy apenado y ni siquiera pudo terminar de saborear su taza. Estaba saliendo por la puerta y el loro seguía gritando: “!Libertad, libertad!”.

Pasaron dos días. El invitado no podía dejar de pensar con compasión en el loro. Tanto pesar le daba el estado del animalito que decidió que era necesario ponerlo en libertad. Tramó un plan. Sabía cuándo dejaba el anciano su casa para ir a efectuar la compra. Iba a aprovechar esa ausencia y a liberar al pobre loro. Un día después, el invitado se apostó cerca de la casa del anciano y, en cuanto lo vio salir, corrió hacia su casa, abrió la puerta con una copia de la llave y entró en el salón, donde el loro continuaba gritando: “!Libertad, libertad!” Al invitado se le partía el corazón.

¿Quién no hubiera sentido piedad por el animalito? Presto, se acercó a la jaula y abrió la puerta de la misma. Entonces el loro, aterrado, se lanzó al lado opuesto de la jaula y se agarro con su pico y uñas a los barrotes de la jaula, negándose a abandonarla. El loro seguía gritando: “!Libertad, libertad!”

jueves, 2 de septiembre de 2010

las ranas

He aquí una rana que había vivido siempre en un mísero y estrecho pozo, donde había nacido y habría de morir.

Pasó cerca de allí otra rana que había vivido siempre en el mar. Tropezó y se cayó en el pozo.

–¿De dónde vienes? -preguntó la rana del pozo.

–Del mar.

–¿Es grande el mar?

–Extraordinariamente grande, inmenso.

La rana del pozo se quedó unos momentos muy pensativa y luego preguntó:

–¿Es el mar tan grande como mi pozo?

–¡Cómo puedes comparar tu pozo con el mar! Te digo que el mar es excepcionalmente grande, descomunal.

Pero la rana del pozo, fuera de sí por la ira, aseveró:

–Mentira, no puede haber nada más grande que mi pozo; ¡nada! ¡Eres una mentirosa y ahora mismo te echaré de aquí!

El Maestro dice: Así procede el hombre fanático y de miras estrechas.


el diario de un perro

7 Días: Cumplí 7 días... ¡Que alegría llegar a este mundo!

1 Mes: Mi mamá me cuida muy bien. Es una mamá ejemplar.

2 Meses de mi Diario: Hoy estoy triste, me separaron de mi mamá. Ella me dijo adiós, con los ojos, deseando que mi nueva familia humana me cuidara tan bien como ella.

4 Meses de mi Diario: Todo me llama la atención. Los niños de la casa son como mis hermanitos, me tiran la cola y yo los muerdo jugando.

5 Meses: Hoy me retaron. Mi ama se molestó porque me hice pipí en la casa, pero nunca me enseñaron donde debo hacerlo. Además, duermo en el dormitorio... ¡ya no me aguantaba!

8 Meses: ¡Soy feliz! Tengo el calor de un hogar, me siento querido y protegido. Creo que mis amos me quieren: cuando están comiendo me convidan. El patio es para mí solito. Nunca me educan. Debe estar bien todo lo que hago...

12 Meses: Hoy cumplí un año. Mis dueños dicen que crecí más de lo que ellos pensaban. ¡Qué orgullosos estarán!

13 Meses: ¡Qué mal me siento!... Mi hermanito me quitó la pelota, así que se la quité, pero mis mandíbulas se han hecho muy fuertes y le hice daño sin querer. Por eso me encadenaron, casi sin poder moverme; al sol. Dicen que me van a tener en observación y que soy muy ingrato. No entiendo nada.

15 Meses: Ya nada es igual... vivo en la azotea sin techo y cuando llueve me mojo. Me siento muy solo... mi familia ya no me quiere. A veces se les olvida que tengo hambre y sed.

16 Meses: Hoy me bajaron de la azotea, pensando que me habían perdonado, salté de la alegría. Encima de eso, me llevaron con ellos de paseo. Nos enfilamos por una carretera y de pronto se pararon. Abrieron la puerta y yo me bajé feliz. Rápidamente cerraron la puerta y se fueron... ¡Esperen!, ladré... Se olvidan de mí... Corrí detrás del auto con todas mis fuerzas. Mi angustia crecía al darme cuenta que ¡¡¡ME HABÍAN ABANDONADO!!!

17 Meses: A diario he tratado en vano de regresar a casa. Encuentro gente buena que me ve con tristeza y me da algo de comer. Yo les agradezco desde el alma con la mirada. Quisiera que alguien me adoptara, pero sólo dicen pobre perro, se habrá perdido.

18 Meses: Hace unos días pasé por una escuela y un grupo de niños riéndose, me lanzó una lluvia de piedras. Una de ellas me lastimó un ojo y desde entonces no veo por él.

19 Meses: Parece mentira, cuando estaba más bonito se compadecían de mi. Ahora que estoy flaco, sucio, y perdí un ojo la gente me saca a escobazos cuando busco refugio.

20 Meses: Hoy en la calle un auto me atropelló. Creí estar en un lugar seguro llamado cuneta, pero nunca olvidaré la cara de satisfacción del conductor, que hasta se desvió para pegarme. Ojalá me hubiera matado, pero sólo me dislocó la cadera. El dolor es terrible, mis patas traseras no me responden y con dificultad me arrastré a un costado del camino.

Tengo diez días bajo el sol, la lluvia, y sin agua ni comida. Ya no me puedo mover. El dolor es insoportable. Me siento muy mal... Ya casi estoy inconsciente; pero la dulzura de una voz me hizo reaccionar. Pobre perrito, decía... junto a ella había un señor, que dijo: Lo siento. Este perro no tiene remedio, es mejor que deje de sufrir. Ella asintió con lágrimas en los ojos. Como pude, moví, mi colita y la miré agradeciéndole que me ayudara a descansar. Sólo sentí el pinchazo de la inyección y me dormí para siempre pensando que para que tuve que nacer si nadie me quería.

Los comentarios y las palabras sobran para este diario...



un perro sabio

Un día, pasó cerca de un grupo de gatos, un perro sabio.

Y viendo el perro que los gatos parecían estar absortos, hablando entre sí, y que no advertían su presencia, se detuvo a escuchar lo que decían.

Se levantó entonces un gran gato grave y circunspecto, miró a sus compañeros, y les dijo: Hermanos, orad; y cuando hayáis orado una y otra vez, y vuelto a orar, sin duda alguna lloverán ratones del cielo.

Al oír esto, el perro rió para sus adentros, y se alejó de los gatos, diciendo: ¡Ciegos e insensatos felinos! ¿No está escrito, y no lo he sabido siempre, y mis padres antes que yo, que lo que llueve cuando elevamos al Cielo plegarias y súplicas son huesos, y no ratones?




el mosquito luchador

Un mosquito se acercó a un león y le dijo: " No te temo. Y además, no eres más fuerte que yo. Si crees lo contrario, demuéstramelo... ¿ Que arañas con tus garras y muerdes con tus dientes ? ¡ Eso también lo hace una mujer defendiéndose de un ladrón ! Yo soy más fuerte que tú, y si quieres, ahora mismo te desafío a combate.

Y haciendo sonar su zumbido, cayó el mosquito sobre el león, picándole repetidamente alrededor de la nariz, donde no tiene pelo. El león empezó a arañarse con sus propias garras, hasta que renunció al combate. El mosquito victorioso hizo sonar de nuevo su zumbido; y sin darse cuenta, de tanta alegría, fue a enredarse en una tela de araña. Al tiempo que era devorado por la araña, se lamentaba de que él, que luchaba contra los más poderosos venciéndolos, fuese a perecer a manos de un insignificante animal, la araña.

cuento